jueves, 19 de noviembre de 2015

El mamoneo de los falsos socios

Hace ya más de diez años que tuve mis primeros tropiezos con asociaciones que intentaron chantajearme para que yo me hiciera socio de ellas. Hoy, una década después, sigo encontrándome con el mismo mamoneo, por lo que me he decidido a publicarlo omitiendo nombres, pero lo mismo en un arrebato edito esta entrada y publico los nombres de dichas asociaciones y de las personas que las representan.


1. Una asociación de vecinos por la zona de Huelin. En ella daba clases de salsa Alberto, uno de mis profesores de salsa de mi época de alumno. A Alberto me lo presentó una chica que conocí una noche en un bar de salsa, y la acompañé para aprender a bailar con él.

Resulta que Alberto me puso un papel que decía que tenía que ser socio de una asociación a la que yo no conocía absolutamente de nada, y que si no era socio, no podía aprender a bailar con él. Mi amiga y a la vista que yo no comulgo con ruedas de molino, ella misma rellenó la ficha con datos inventados (apellidos, domicilio, DNI) e incluso ella misma echó un garabato.

Debí haberme ido en aquél mismo instante, pero me quedé. Tonterías de juventud.

Al cabo del tiempo, los de la asociación de vecinos echaron a Alberto alegando que su labor no sólo consistía en la captación de socios y pago de la cuota, sino que además por lo visto tenía que convertirse en una especie de cobrador de morosos, llamando a los supuestos socios que hizo, para que pagaran su cuota mensual a la asociación.
Cuando lo echaron, me resultó tan kafkiano lo que nos dijo a los alumnos en un pequeño barecillo que había en la calle trasera, que no me lo creí.

Varias decenas de miles de socios dicen tener hoy en dicha asociación según el buscador de asociaciones del Ayuntamiento, supongo que con el truco de hacer socio al presidente de la comunidad de propietarios, y multiplicar por tres el número de viviendas de dicho edificio.


2. Una folclórica, como ella misma se hace llamar. Una noche de feria coincidí con un chico israelí amigo de un amigo, que nos enseñó a bailar unas danzas típicas de Israel en una caseta de la feria de Málaga. Tras la feria este chico volvió a su país, y yo quise aprender esos bailes así que llamé a la embajada a preguntar, y me dieron un teléfono de Sevilla, donde me recomendaron contactara con un bombero conductor llamado Lorenzo.

A través de un amigo en la Diputación localicé a Lorenzo el bombero conductor, por casualidad en esa misma zona de Huelin, en un cuchitril aparentemente de la folclórica citada aunque también podría ser de estas cesiones local que hace el Ayuntamiento por motivos de amistad, y efectivamente enseñaba esas danzas israelíes, junto a otros muchos bailes durante el año. Pero como no, tenía que hacerme socio de la folclórica y me puso por delante una ficha de cartulina donde incluso quería la folclórica que le aportase una foto mía.

¡Y una mierda! le dije al bombero conductor, a lo que éste me concertó una cita con la folclórica, a la que yo me esperaba del estilo de María del Monte, pero no. No era así.

La folclórica me dijo que aquello era su casa y que le tenía que pagar doce euros al año a ella para entrar en su casa. Y que o lo tomaba o lo dejaba. Además se pagaba por años completos y como estábamos en Noviembre, tenía que pagar los doce euros de ese año ya casi pasado y en Enero volver a pagarle sus doce euros ya del año siguiente.

Se molestó cuando a su cuota de doce euros yo la llamé IMPUESTO REVOLUCIONARIO. Por aquella época aún los malnacidos terroristas de eta seguían atentando y no le gustó que llamara impuesto revolucionario a su impuesto revolucionario. Te jodes.

Cuando me fui del cuchitril de la folclórica le dije que la vida es muy larga y que sólo esperaba volver a encontrármela otro día, pero en distinta posición y por mi parte, me quedé sin aprender a bailar esos divertidísimos bailes de Israel.



En ambos casos, de nada sirvió que yo alegara y con razón, que el asociacionismo en España es algo VOLUNTARIO. Son gente que se creen pequeños caciques que han recibido un local público por la gracia de Dios, y que pueden ejecutar libremente su MAMONEO.

Imagino que estos mamones (los que mamonean o hacen mamoneo, son mamones) quieren tener más y más socios, para luego dirigirse al Ayuntamiento, la Junta, la Diputación o cualquier organismo tanto público como privado, y pedir dinerillos. Si no, no me lo explico.

Por contra en nuestra asociación, somos muy pocos socios y hacemos una fiesta cuando llega un socio nuevo que más que socio es un amigo con el que compartirmos la pasion por el baile.

Cuando un socio al igual que cuando un amigo se va, nos ponemos tristes, pero ni obligamos ni obligaremos nunca a nadie a ser nuestro socio.


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La palabra mamoneo no figura en el diccionario, pero es una expresión que se utiliza para hacer referencia a chanchullos, favoritismo, corrupción y prácticas de este tipo.


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